Hernani

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Guerras carlistas

Las Guerras Carlistas, más allá de las disputas por la sucesión de la corona española, fueron un choque entre dos modelos de Estado. Por un lado, los partidarios de un régimen tradicional, basado en privilegios forales, y, por otro, el los partidarios del liberalismo y de la integración del territorio vasco dentro del marco nacional, aunque también existieron liberales foralistas.

En 1833, Fernando VII moría sin descendencia masculina. Antes de morir abolió «la Ley Sálica», para permitir que su hija de tres años se convirtiera en Isabel II, reina de España. Su hermano, el infante Carlos, quedaba fuera de la línea sucesoria. Sólo tres días después de la muerte de Fernando VII, Carlos se autoproclama rey de España, dando comienzo a las Guerras Carlistas.

Estas contiendas jalonaron el s. XIX. Así, en el contexto de la II Guerra Carlista (1872-1876), una granada, lanzada por los carlistas, cayó en el ayuntamiento. El proyectil alcanzó un improvisado polvorín, que hizo saltar por lo aires casi todo el edificio, dejando varios muertos y heridos.

Tras la guerra el pueblo quedó destrozado, aunque las fuerzas liberales resistieron el cerco, que duró prácticamente hasta el final de la guerra. Como reconocimiento, Alfonso XII otorgó a la villa el título de «Invicta» que hoy podemos leer en el balcón principal del ayuntamiento, junto a los de «Noble y Leal».

10 años se necesitaron para tramitar las ayudas e indemnizaciones que permitieron empezar las obras del nuevo edificio consistorial. Finalmente, y en pleno municipal, se decidió por unanimidad encargar las obras al arquitecto más relevante de Hernani. Joaquín Fernández de Ayarragaray era conocido en Hernani como «el Sevillano». Nacido en Hernani, en 1821, marchó de joven a Madrid, donde cursó estudios superiores, hasta que consiguió cátedra en la universidad de Bellas Artes de Sevilla. Para entonces ya era un arquitecto consagrado, autor de obras como la renovación de varios elementos arquitectónicos de la catedral de Sevilla, la construcción de la Casa de las Sirenas, el Hotel Roma…

El ayuntamiento cierra Gudarien plaza, conformando un conjunto monumental que respeta, de alguna manera, el carácter amurallado de la villa medieval. Uno de sus arcos es una de las antiguas entradas a la villa, a donde venía a dar el antiguo Camino Real. Por Hernani han pasado personajes tan relevantes como Felipe el Hermoso y su mujer Juana la Loca en 1502; Felipe V, en su primer viaje a España, en 1701; o el Conde d’ Artois –a la postre Carlos X, rey de Francia–, en 1782. Para estas ocasiones, el pueblo se vestía de gala, y preparaba ostentosas celebraciones.

Gracias a la ayuda del maestro de obras Ramón Cendoya, pudo dirigir las obras desde Sevilla, firmando un magnífico trabajo, por el que no quiso cobrar ningún tipo de remuneración; lo hizo por apego a su pueblo natal.

El edificio se alza sobre los 6 arcos que quedaron en pie, y uno más que ocupa el espacio de la derruida casa vicarial. Llama la atención la profusión de elementos decorativos y arquitectónicos, que poco tienen que ver con la arquitectura propia de la zona, y sin embargo guardan similitud con edificios andaluces de la época, como el ayuntamiento de Sevilla.